Poemas de Amalia

Deseo fervientemente...

Deseo fervientemente
que no sientas dolor alguno,
que cuando veas la luz, la adores
como algo extraordinario que es.


Deseo fervientemente
que te enamores de la luna
del silencio, de lo oculto
y vuelvas a respirar
tranquila.


Deseo fervientemente
que eches de menos lo justo
y vivas sin culpa ni miedo
aunque te digan lo contrario.


Deseo fervientemente
que te arranques el velo de los ojos
y veas y escuches el mundo
como si estuviese recién parido.


Deseo fervientemente
que no conozcas los gritos, la ira, el insulto
que nadie te diga que le pertences
que nadie insulte tu inteligencia
diciéndote que te quiere
(muerta).


Deseo fervientemente
deseo con todo mi corazón
deseo desde mi vientre
hasta la boca
que seas libre
para ser tú..


A todas esas mujeres que han perdido la voz.
A todas aquellas que aún les queda, para que nunca callen. 














Soles sonoros inundando el vacío de mis huesos
Quizá existan otros mundos, otros universos
Donde mi corazón sea libre y abierto
Sin ataduras ni sueños incurables

Las tardes se derrumban y huelo el césped recién cortado
Y todas los pájaros del cielo caen en espiral, buscando un nuevo hueco
Un aliento perfecto entre versos y manos

Y luego
Los poetas dirigirán las palabras a los cientos de galaxias lejanas
Y volaremos cerca de Saturno y sus anillos de hielo
Y más allá del dolor
Estarán los besos de las páginas que no llegué a escribirte
Todas las miradas que guardé para pudrirse conmigo
Y ahora, tan lejos, veo el más inútil de los pretextos
¡Cómo corren los planetas! Mientras nosotros perdemos la cuenta de nuestros propios dedos
Sí, corren y se desvelan por la órbita perpetua del amor,
Del polvo estelar de los sueños blancos
Azules, nacarados,
Un chirrido suave, un sonido de fondo, luminoso, casi chispeante,
Una gota de vida vuelve a recordarme que aún respiro
Aunque no quede nada de mí
Aún siento
Aunque me haya congelado entre los árboles muertos
Las ciudades contaminadas
Y los niños ciegos

Después la Tierra fue un cuento.
Exploramos nuestras úlceras en busca de respuestas
Y hallamos hollín entre las cunas de nuestros primogénitos,
Y el aire era negro.

Todos a bordo de la misma nave, comiéndonos los ojos
Justificando muerte con muerte
Tal como harían los salvajes.

Pero volvamos al poema.
Al fin y al cabo
Ya no hay nadie que nos salve.
 



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